LA TORMENTA
Era invierno, cuando miramos para arriba realmente el cielo asustaba.
Una nube negra, espesa y amenazante cubría toda la plaza y parte de nuestras casas . Muchos de los que habían salido a tomar aire se volvieron hogares.
Sólo quedamos lo más valientes.
Una nube negra, espesa y amenazante cubría toda la plaza y parte de nuestras casas . Muchos de los que habían salido a tomar aire se volvieron hogares.
Sólo quedamos lo más valientes.
Esto ocurría en la tierra....¿Pero arriba de la nube ? ¿Qué le pasaba al SOL?
¡ESTABA MUERTO DE MIEDO!
Los los rayos del gran astro se enroscaron en sí mismos formando rulos apretados y se subieron todos arriba del sol.
¡EL SOL ESTABA TAN PESADO!
La gente en la tierra pensó que podrían llamar a los rayitos de sol, uno a uno para que vayan apareciendo, pero claro no conocía sus nombres...
Un niño decidió llamar al rayito número uno, porque había nacido primero y lo hizo con tanta fuerza y cariño que el rayito juntó fuerza para traspasar la apretada nube y apareció en sus propias manos iluminando toda su persona.
Un niño decidió llamar al rayito número uno, porque había nacido primero y lo hizo con tanta fuerza y cariño que el rayito juntó fuerza para traspasar la apretada nube y apareció en sus propias manos iluminando toda su persona.
Un anciano llamó con ternura al rayito número dos que también se animó a pasar por la nube agujereándola para llegar también a manos del viejito.
Una madre con un niño llamó con urgencia al rayito número tres, que habiendo visto lo que habían hecho sus hermanos pudo traspasar ya sin miedo la nube por otro sitio y envolvió las manos de la señora para que pudiera darle calor al niño.
Una pequeña llamó con su voz fina y baja al rayito numero cuatro, y parece que lo escuchó porque enseguida estuvo habitando en sus manos.
Esa tarde en la plaza se juntaron más de veinte persona de distintas edades, cada uno con un rayito tibio de sol en sus manos y entre todos jugaron a formar una gran calesita que irradiaba alegría calor y brillo porque habían sido capaces de destruir la inesperada tormenta.
Adriana Helena