REGALO
Para mi cuarto cumpleaños me regalaron un camión rojo, autitos de metal, una pelota para jugar al fútbol y las infaltables remeras y bermudas. A última hora llegó mi padrino.
Mi tío se arrodilló en el piso y estacionó la caja que traía- Te hice un trompo-dijo sonriente- es de madera y metal- lo pinté con lunares de color blanco y le escribí tu nombre en dorado –Ves acá dice Lucas- me mostró.
Nunca antes había visto un trompo, para mí era una pelota hambrienta que se había tragado un plato con una pluma de plata en la cabeza y una sola pata.
¿Quieres ver cómo funciona? ¡Claro!- respondí-Mi padrino lo lanzó contra el piso frotando sus manos enérgicamente.
Al trompo se le abrieron sus grandes ojos, giró cuatro veces y como todo le daba vueltas se mareó tanto que desmayó. Cuando logró recuperarse saltó al baúl de los juguetes.
Quería volverse más pequeño, más flaco, más pesado para estar siempre debajo de los peluches, un día lo encontré. Brillaba sobre mi mano, froté con mis dedos su sombrero, esta vez cerró los ojos y allí mismo aprendió a bailar.
Las cosas ya no giraban a su alrededor, con los ojos cerrados logró ver estrellas y lunas en cada vuelta.
Desde ese día mi trompo y yo jugamos a dar la a dar la vuelta al mundo con las manos abiertas y los ojos cerrados y ninguno de los dos nos mareamos…
Adriana Rolando
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